Miedo: 1. Angustia por un riesgo o daño real o imaginario / 2. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. (Diccionario de la Real Academia Española).
Imagina que estás solo en casa. Te encuentras mirando la pantalla del ordenador, como es posible que estés haciendo ahora. Escuchas un tenue ruido a tus espaldas. No te giras a observarlo porque no tiene importancia, pues con frecuencia el suelo cruje, el viento hace sonar las ventanas, o los electrodomésticos se dilatan emitiendo un suave golpe. Pero… y si ese sonido ha sido provocado por alguien, o por algo. No, no es posible… ¿o sí? Inevitablemente comenzamos a pensar en lo peor, aunque nuestra mente nos dice que no es real: Alguien ha entrado en casa, ¿está detrás de mí?, ¿por qué se ha parado a mis espaldas? ¿qué es lo que quiere? Aguantas sin voltearte, pero cuando suena otro sonido, por muy bajito que sea, no dudas en girarte. No hay nadie detrás, recuperas la compostura y tu cuerpo se relaja. Acabamos de experimentar el miedo.

El miedo es una reacción natural del ser humano y de los animales grabado en nuestro ADN a lo largo de los años como instinto de supervivencia. Sin embargo, hay una diferencia grande entre ambas especies. Las personas, a diferencia de los animales, tenemos miedo de gran cantidad de cosas sin que necesariamente haya motivos. Podemos tener miedo de temas relacionados con el Más Allá, pero también podemos tener miedo de probar experiencias nuevas como comidas exóticas, practicar deportes de riesgo, declararse a la persona que amas, etc. ¿Por qué puede asustarnos más ver una araña que una pistola? está claro que con el disparo de una pistola falleceríamos al instante (aunque todo depende de la puntería de la persona que esté armada), en cambio de la araña desconocemos la reacción que pudiera ocasionarnos en nuestro cuerpo.

Desde que nacemos vamos adquiriendo una serie de conocimientos, nuestro cerebro va memorizando todo aquello que algún día nos hizo daño o que nos sorprendió y lo va almacenando en el cajón de los temores. Una experiencia desagradable, como meter los dedos en el enchufe, acabaría en este cubículo sin lugar a dudas, y si la experiencia tuvo lugar a temprana edad, entonces sería muy posible hablar de traumas o fobias. No obstante, dejando estos casos aparte, y respondiendo a la pregunta planteada más arriba, en el cajón también podrían incluirse otro tipo de experiencias. Hablo de aquellas que nos transmiten los demás u observamos en la televisión, sin haberlas vivido. La familia, los amigos, la religión, los medios de comunicación, las instituciones… manipulan nuestra percepción, en ocasiones de manera intencionada, transmitiéndonos pequeñas dosis de temor. Asustar siempre ha sido uno de los mecanismos de control de la sociedad más efectivos (miedo a una guerra nuclear, miedo a una amenaza comunista, miedo a ser castigado, miedo a arder eternamente en el infierno…). Todo esto lo vamos adquiriendo inconscientemente y haciendo que forme parte de nosotros. Respondiendo a la pregunta, los seres humanos aprendemos a tener miedo por el simple hecho de ser seres sociales.

Es fundamental aprender a cuestionarse todo aquello que se nos plantea delante del televisor, o que se nos cuenta. Existen muchos puntos de vista y la realidad de uno no siempre es la misma que la del otro variar de la realidad de otro. Un claro ejemplo es el cine de terror. Si tenemos en cuenta que la intención de estos filmes es entretener y asustar, entonces, posiblemente evitemos tener que girarnos en muchas ocasiones para comprobar que nadie ni nada nos observa.