En mitad de la montaña, sumergido en la frondosidad del Parque Natural del Carrascal de la Font Roja (Alcoi), existe un conjunto de túneles de considerable extensión. Estas brechas que discurren por el interior de la sierra tienen una curiosa particularidad: Durante las noches, a partir de las 23h aproximadamente, el alumbrado deja de funcionar dejando al descubierto —y en la más absoluta oscuridad— las peores pesadillas del/la osado/a que se atreve a entrar.
Historia
La historia de estos túneles de Alcoi se remonta a la etapa de construcción del ferrocarril en el municipio. El mismo surge debido a los inconvenientes para realizar la exportación de los productos industriales debido a la complicada localización y la tierra quebrada de esta ciudad. Como solución a este problema se tendió el ferrocarril de vía estrecha que comunicaba al municipio con el puerto de Gandía y con el ferrocarril de vía ancha de Villena. Al ser una ciudad muy industrializada y con aspiraciones de expansión se construyeron, además, las infraestructuras necesarias para llevar a Alcoi el ferrocarril de vía ancha con el cual se permitiría trasladar una mayor cantidad de mercancía. Esta infraestructura se conectó con el puerto de Alicante, punto con mayor interés comercial.

Las obras se llevaron a cabo gracias al amparo del Plan Guadalhorce de Ferrocarriles (1926), presente durante la dictadura del general Primo de Rivera, alcanzando un total de 66 kilómetros de vías construidas. Sin embargo, debido a los estragos de la guerra civil española y de la postguerra, la infraestructura quedó abandonada sin haber podido presenciar ningún recorrido. Varios de los municipios por los que discurría el itinerario del ferrocarril aprovecharon la estructura para desarrollar las Vías Verdes. Estos senderos, adaptados al transporte no motorizado, son a día de hoy rutas de recorrido montañoso que conectan al viandante con la naturaleza y el turismo rural.
Investigación
Esta investigación transcurre por uno de los túneles de la Vía Verde de Alcoi, concretamente por el Túnel 14, conocido como Túnel de l’Estepar. La investigación surge como reto personal debido a la influencia de mis raíces alcoyanas, pues sentía la necesidad de conectar con ellas a través de este reportaje fotográfico en un lugar que, antaño, la juventud frecuentaba para probar su valentía.

Aquella noche la temperatura era heladora, el termómetro del coche marcaba un aterrador -2ºC. Llegamos al Túnel de l’Estepar en la madrugada del 4 de enero —aprovechando la temporada festiva—. Esta cavidad montañosa, ubicada casi al final de la Vía Verde de Alcoi, en el antiguo tramo del ferrocarril que conectaba la ciudad con Agost, es la más larga de todas las presentes en esta vía, con un total de 1013 metros. El primer impacto fue al alcanzar la entrada del túnel. Un estruendoso crujido prendió las luces de aquella oscura boca situada en mitad de la montaña. Nuestro sobresalto fue ocasionado por un sensor que, al parecer, ha sido instalado en los extremos de cada acceso para evitar que nadie se quede completamente a oscuras durante el recorrido. Al menos durante los primeros metros porque, afortunadamente para los amantes de la adrenalina y del turismo alternativo, el temporizador no abarca el total del trazado subterráneo, apagándose a mitad del trayecto.














El túnel también presenta varios botones en las paredes, instalados en el pasado para encender las luces de forma manual —aunque actualmente son inservibles—. Durante el recorrido encontramos varias cavidades selladas en los laterales. Dos de ellas están descubiertas, como si se trataran de antiguos pasadizos que conectaban un túnel con otro —o quizá, simples salidas de emergencia—. Estas dejan entrever parte del trazado que acaba sellándose a causa de los escombros ocasionados por algún derrumbamiento.

Dependiendo de la dirección que se tome, el túnel se conecta con uno de los tres viaductos que componen la Vía Verde de Alcoi, concretamente el Viaducto de San Antonio, con una altura máxima de 16 metros. Desde este punto es posible vislumbrar los túneles de la Font Roja de la autovía A-7. Concluido nuestro objetivo decidimos deshacer el camino andado para refugiarnos del espantoso frío que, a modo de ráfaga, se deslizaba con furia por el enorme cilindro subterráneo cortando la ya anestesiada piel.