Desde el cielo, en lo más alto de la montaña, uno puede ver cómo se alza una gigantesca cruz que hace sombra a la ciudad de Alcoi. Junto a ella, se encuentra una preciosa, alternativa y colorida ermita dedicada a San Cristóbal y San Vicente Mártir, es la ermita de Sant Cristòfol de Alcoi. Esta ermita ha resistido el tiempo como una verdadera superviviente, pues ha estado sometida a las inclemencias del clima y a su difícil conservación a unos 900 metros de altura en el Barranc del Cint desde su construcción en el año 1.300, aproximadamente.

Con un acceso limitado a senderos de montaña y caminos pedregosos, esta ermita ha podido ser difícilmente reformada en varias ocasiones para su conservación. La última data del año 1990, después de una larga temporada en la que estuvo abandonada. En esta ocasión, fueron un grupo de jubilados quienes, con la pasión que levanta la fe, pero también la conservación del patrimonio y la identidad de un municipio, cargaron sus mochilas con 28 sacos de cemento de unos 50 kilos desplazándose a pie desde el Preventorio (punto de partida de los casi 3 km de distancia hasta el acceso a la ermita). A ello, se suman los dibujos y pinturas que desde el año 2020 son la nueva piel de la ermita. Un colorido lienzo alternativo de la mano de Jesús Cees Faura tatúa a la ermita con todo tipo de representaciones abstractas que dan rienda suelta a la imaginación de los transeúntes que viajan al lugar por curiosidad o para hacer peregrinación.



Le ermita de Sant Cristòfol es uno de esos lugares que deben visitarse. Sola, en lo más alto de la montaña, pero siempre acompañada de una gigantesca cruz de hierro que puede verse desde prácticamente cualquier punto de la ciudad de Alcoi. Esta impresionante cruz cargada de simbolismo fue instalada a principios del siglo XX, a raíz de la iniciativa del periódico liberal el Heraldo de Alcoy. Aunque la misma fue demolida en el año 1936, volvió a ser levantada nuevamente en el año 1969. En esta ocasión, por la iniciativa del periódico CIUDAD y gracias a una suscripción popular. En la actualidad tanto la ermita como la cruz reciben la visita de una gran cantidad de personas a lo largo del año, a pesar de que su acceso tiene cierta complejidad. Para acceder a ella hay que dirigirse hasta el Preventorio de Alcoy y, una vez allí, comenzar la ruta a pie. A fecha de hoy todavía siguen realizándose romerías para celebrar el día de San Vicente Mártir el 22 de enero.
Características de la ermita de Sant Cristòfol








La ermita de Sant Cristòfol data del año 1.300, aproximadamente, según los escritos del historiador Ramón Candelas Orgilés, de Elda, en su artículo sobre ermitas de la sierra de Mariola. Esta destaca por las siguientes características:
- Se encuentra a 900 metros de altitud.
- Estilo medieval, de las llamadas Ermitas de Reconquista.
- Última vez restaurada, en 1990.
- Planta rectangular.
- Cubierta sobre arcos con diafragmas ojivales y testero recto.
- Pórtico orientado al este con un arco de medio punto dovelado formado por sillares.
En la ermita puede encontrarse una cruz de piedra incrustada en la pared, además de un mural dedicado a la Virgen María y otro al nazareno. También cuenta con una pila de agua bendita —actualmente vacía— con forma de concha. Las pinturas decoran cada una de sus paredes y en ellas podemos encontrar una gran cantidad de representaciones, tanto abstractas como precisas, como la imagen de una mujer sosteniendo una esfera en sus manos.


Junto a la ermita nos encontramos, así mismo, una especie de cueva edificada que parece cumplir la función de trastero, en el cual se almacenaron los materiales necesarios para la reforma de la ermita, así como otros objetos. Este enclave está protegido con una puerta metálica con forma de reja y un candado sellado con una cadena de gran grosor.
De la ermita al Barranc del Cint, zona de leyendas populares en Alcoi
Para iniciar la ruta desde la ermita al Barranc del Cint hay que dirigirse hacia el oeste. Este enclave nos permitirá disfrutar de unas vistas de infarto, pero también de una increíble fauna de buitres leonados que sobrevuelan la ruta y anidan en lo más alto de la montaña. Estos últimos pueblan la zona desde que se puso en marcha el Projecte Canyet para la reintroducción del buitre común en las comarcas. Se trata de una ruta de dificultad fácil que se encuentra en los límites del Parc Natural de la Serra de Mariola y que tiene una distancia de unos pocos kilómetros desde la ermita.

El Barranc del Cint siempre ha sido un lugar impresionante debido a que parte la montaña en dos, creando un desfiladero propio de las películas de aventuras. Dice la leyenda que el patrón de Alcoi, San Jorge (o Sant Jordi), separó la montaña en dos con su espada mágica en una épica batalla contra los musulmanes de al-Azraq. Los mahometanos quedaron alejados en el otro extremo y muchos de ellos perdieron la vida cayendo por el desfiladero, perdiendo así la batalla de la reconquista en el municipio. Son muchas las leyendas que circulan en Alcoi en torno a las invasiones árabes. Otra de las más populares, en el mismo periodo, dice que el rey Jaime I envió a medio centenar de caballeros expertos para defender la villa y ahuyentar a los secuaces de al-Azraq. Sin embargo, los soldados mahometanos no se intimidaron e hicieron correr la voz para ampliar su tropa —incluido el propio al-Azraq—. El bando enemigo traspasó las murallas arremetiendo contra los de adentro, quienes estaban en desventaja por su pronunciada inferioridad numérica. En Alcoi solamente se encontraban veintiocho cristianos repobladores, incluyendo al cura Mosén Torregrosa. Fue el religioso el que, inquieto ante la suerte que se les avecinaba, se encomendó al santo San Jorge, coincidiendo que la fecha de la batalla fue un 23 de abril.


El caballero se presentó atendiendo a las plegarias con un caballo blanco y una cruz roja en el pecho, hizo su aparición desde la almena del castillo y, veloz como el viento, atravesó su espada a cada enemigo que encontró en el recorrido hasta llegar al líder al-Azraq. Tras un largo y tedioso duelo, San Jorge consiguió hundir su espada en el torso del oponente, el de ojos azules —como también se le conocía—. Tras ello, los mahometanos abandonaron el campo de batalla aturdidos y mal heridos.