Satélites: ¿Ciencia o economía?

Hace aproximadamente un par de semanas, me sorprendía mirando al cielo en mitad de la madrugada… Aquella noche el insomnio no me dejaba dormir, así que aproveché para levantarme en busca de un vaso de agua que me relajara y calmara mi fatídica sed, casi resacosa. Mi vivienda, ubicada en un quinto piso, me permite observar con claridad el oscuro —y hermoso cielo valenciano— sin impedimento alguno, pues el resto de bloques del barrio no alcanzan a tapar las vistas. No es de extrañar, pues, que me sorprendiera aquella potente luz que se abría hueco entre el resto de astros luminosos descubriéndose ante mí, casi intencionadamente.

Al menos durante una hora estuve tomando fotografías con mi inseparable cámara réflex. En un primer momento pensé que estaba siendo testigo de un avistamiento OVNI, pues el objeto brillaba con demasiada intensidad y sin realizar ningún parpadeo como para compararse con una estrella común. Tampoco podía ser un avión, pues en él no había señales visuales que me permitieran identificar las inconfundibles luces de posición/navegación que en tantas ocasiones me han servido para descartar cualquier tipo de fenómeno relacionado con los UFO. Además, aquello permaneció durante aproximadamente una hora más en el cielo, recorriéndolo lentamente, hasta que la cálida luz del sol acabó por sofocarlo. Por este mismo motivo, descarté haber presenciado también los destellos de la Estación Espacial Internacional (ISS) pues —aunque su brillo es muy semejante— esta veloz plataforma voladora tarda aproximadamente una hora y media en completar una vuelta a la Tierra (si quieres comprobar la trayectoria en tiempo real de la ISS puedes hacerlo aquí: TRAYECTORIA ISS).

Tras investigar durante los sucesivos días, he llegado a la conclusión de que aquello que sobresalía en el cielo puede tener dos claras explicaciones. Una de ellas es que se tratara de alguno de los planetas más luminosos de nuestro sistema solar, como Venus o Júpiter. Casualmente el primero de ellos suele ser más visible durante el amanecer y el atardecer, además es el tercer objeto más brillante por detrás del Sol y la Luna. Según explica la astronomía, existen cinco planetas que pueden verse a simple vista desde la Tierra. Ellos son: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. La otra explicación es que aquella esfera radiante de luz fuera un satélite artificial, pues en aquel momento no pude detectar ninguno de los restantes planetas ya mencionados. Lo cierto es que —independientemente del origen de aquel cuerpo celeste— me invadió la curiosidad sobre la realidad de los satélites artificiales, surgiéndome una gran cantidad de interrogantes. La NASA los define de la siguiente manera: “máquinas hechas por personas. Estas máquinas se lanzan al espacio y orbitan la Tierra u otro cuerpo en el espacio. Hay miles de satélites hechos por el hombre. Algunos toman fotos de nuestro planeta. Algunos toman fotos de otros planetas, el sol y otros objetos. Estas imágenes ayudan a los científicos a aprender sobre la Tierra, el sistema solar y el universo. Otros satélites envían señales de televisión y llamadas telefónicas a todo el mundo”. Así mismo, los satélites artificiales pueden ser de varios tipos:

  • Satélites de comunicaciones: los satélites de radio, televisión y telefonía.
  • Satélites meteorológicos: para registrar el tiempo atmosférico y el clima de la Tierra.
  • Satélites de navegación: para conocer la posición exacta del receptor en la Tierra (GPS, Galileo, etc.).
  • Satélites de reconocimiento: conocidos también como satélites espía y utilizados por militares u organizaciones de inteligencia.
  • Satélites astronómicos: para la observación de planetas, galaxias y otros objetos astronómicos.
  • Satélites de energía solar: utilizados para recoger la energía solar y enviarla hasta las antenas de la Tierra como una fuente de alimentación.
  • Estaciones espaciales: estructuras diseñadas por el ser humano para poder vivir en el espacio exterior.

Según los datos más recientes registrados en el Index of Objects Launched into Outer Space por la United Nations Office for Outer Space Affairs (UNOOSA), actualmente hay 4919 satélites artificiales operativos orbitando la Tierra. En tan solo un año ha aumentado un 6% el número de objetos voladores identificados alrededor de nuestro planeta. Los datos posicionan este año como el segundo con más lanzamientos desde que en 1958 fuera lanzado el primero de los satélites destinados a recorrer la órbita terrestre (no confundir con el primer satélite enviado al espacio por la entonces Unión Soviética en 1957). El récord quedó registrado, no obstante, en el año 2017 con un total de 414 artilugios enviados a nuestra órbita terrestre. Si tenemos en cuenta la suma de todos los satélites enviados en los dos últimos años, el incremento refleja un considerable 14,5%. Sin lugar a dudas, ha habido un repunte muy significativo en el número de objetos voladores merodeando nuestro planeta.

La United Nations Office for Outer Space Affairs ha presentado, así mismo, los datos de los artefactos enviados fuera de nuestra órbita. A día de hoy existen un total de 3383 objetos voladores identificados, y en funcionamiento, destinados a investigar la galaxia —aunque en este caso ha habido un decrecimiento con respecto a las cifras anteriores—. Por ejemplo, durante la década de los setenta la media de lanzamientos de satélites al espacio exterior por año era de aproximadamente 90. Actualmente, y en lo que llevamos de año, se han enviado tan solo 11 satélites. Algo parecido ocurrió en el año 2017, con un total de 39. Se debe de tener en cuenta, no obstante, que este índice—y esto aplica tanto para los satélites en órbita como para los que no— no refleja el número de satélites de reconocimiento, mencionados anteriormente y destinados a fines militares o secretos.

Si nos paramos a analizar detenidamente los datos me viene a la cabeza una hipótesis no tan descabellada, pues a día de hoy resulta más que evidente que las investigaciones espaciales se están enfocando en nuestro planeta Tierra frente al espacio exterior. No puedo evitar pensar en la importancia de nuestra información privada para las empresas o entidades gubernamentales, y me pregunto si estos satélites puedan estar espiando nuestras vidas para obtener datos que pueda ser aplicados en fines comerciales. No es necesario retornar demasiado tiempo en el pasado para recordar, por ejemplo, la entrada en vigor de la nueva ley de protección de datos europea —conocida por sus siglas en inglés como GDPR: General Data Protection Regulation—. Esta fue aprobada en 2016 y desde el 25 de mayo de 2018 está operativa. La misma contó con un plazo de dos años para su aplicación, casualmente el periodo con más lanzamientos de satélites a nuestra orbita. Por otro lado, es más que evidente que ha aumentado el número de estrategias comerciales destinadas a conseguir la tan preciada cesión de datos, obligatoria desde hace unos meses y facilitada en muchas ocasiones sin ser conscientes de ello. Todo parece apuntar a que las nuevas tendencias espaciales puedan estar enfocadas en lo comercial frente a lo científico. Tal vez el espacio exterior haya dejado de ser interesante (rentable), y por ello se esté invirtiendo más en otro tipo de estrategias menos éticas.

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