Tal vez se trate de una leyenda urbana más, o tal vez no. Lo cierto es que los cuadros son reales, e incluso puede que tú, querido lector, tengas uno de ellos y no conozcas la terrible historia que esconden…
Los Niños Llorones fueron una colección de 27 cuadros que realizó el pintor Bruno Amadio en la que se retrata a niños y niñas en un primer plano con los párpados inundados en lágrimas y los ojos enrojecidos. Amadio, cuyo pseudónimo era Giovanni Bragolin, nació en Venecia en el año 1911. Como muchos de los artistas de aquella época, fue testigo de la II Guerra Mundial (1939 y 1945), además, se vinculó con el movimiento fascista y las ideas de Mussolini. Se dice que se desplazó como soldado y que a raíz de ese momento pudo observar los estragos ocasionados por la guerra. Concretamente se enfocó en los niños que habían quedado huérfanos y que residían en orfanatos o casas de beneficencia. En aquella época, cerca del año 1941, pintó un cuadró de una hermosa mujer disparando una flecha con su arco, pero la realidad es que nunca consiguió destacar hasta el momento en el que finalizó esta dura etapa. Dicen que Sevilla (Andalucía, España) fue su primera estancia y que después se marchó a Madrid.

Durante su estadía en España, Amadio comenzó a pintar cuadros de bodegones (1967), con un aire academicista y llevando mucho cuidado con los detalles de la luz y las sombras, pero su éxito seguía siendo nulo. No fue hasta los años 70 cuando aparecieron los primeros retratos de Los Niños Llorones. Dice la leyenda, que harto de tanto fracaso, el pintor realizó un pacto con el diablo para conseguir más fama y finalmente destacar. Lo cierto es que poco a poco se hacía más conocido a base de pintar cuadros de niños que conoció durante el conflicto. Los mismos se replicaron y llegaron a muchas partes del mundo, entre ellas Argentina, México, Inglaterra pero, sobre todo, España. En esos años, el pintor se volvió a Italia, a una villa de Padua, para pasar el resto de sus días hasta 1981.
Leyenda urbana
La primera leyenda cuenta que el primero de los cuadros de la colección de Los Niños Llorones fue entregado al orfanato en el que se encontraba el menor retratado. Al parecer, después de un tiempo, el orfanato se quemó y murieron todas las personas que residían en él, incluido el pequeño. Todo fue reducido a cenizas menos el cuadro, quedando atrapado el espíritu de aquel niño en él. Dicen que su alma se encuentra dividida entre todos los retratos que se hicieron y que aquellas personas que lo tienen, y conocen la historia, sufren un incendio en su casa. Otra de las leyendas cuenta que si te quedas mirando fijamente a los ojos llorones de los niños, se puede hacer un pacto con el diablo, al igual que hizo Giovanni Bragolin.







Algunas de las personas que han tenido estos cuadros, comentan que han sido testigos de fenómenos paranormales, como movimientos de objetos, golpes, o llantos…