Hay lugares que impresionan por su belleza, por sus paisajes, por sus construcciones o por su localización; pero, también hay otros que sorprenden por sus tradiciones y por su cultura, por sus ritos, creencias y sus distinguidas celebraciones. Lugares con encanto que, todavía a día de hoy, siguen preservando ese halo de misterio que tanto nos gusta, como es el caso de la localidad zaragozana de Trasmoz, donde una supuesta maldición medieval sigue afectando a los vecinos de la zona.
La historia de Trasmoz
Trasmoz es un municipio aragonés (España) de apenas 89 habitantes, según los últimos datos de INE para el año 2018. Este enclave fue marcado en la antigüedad por una terrible maldición que vino a raíz de las prácticas heterodoxas vinculadas a la brujería.

Al igual que gran parte de los pueblos de alrededores, este municipio pertenecía al Monasterio de Veruela y su abad, quien tenía la jurisdicción sobre ellos. Sin embargo, tanto el señor de Trasmoz, que residía en el castillo de la localidad, como su pueblo mantenían constantes disputas con los religiosos por ser acusados de ignorar la ley de Dios y de realizar prácticas heterodoxas, relacionadas principalmente con la brujería, así como de ser cómplices al no denunciarlas. Sin embargo, el peor conflicto tuvo lugar por un acontecimiento relacionado con el control de las aguas, pues este acabó deviniendo en una guerra en la que estuvieron implicadas, al menos, unas 2000 personas y concluyó con la maldición del lugar.

Aunque existen diversas versiones en torno a dicho conflicto y el detonante de la guerra, una de ellas relata que todo fue ocasionado debido a que el agua que llegaba al pueblo fue desviada por los religiosos ya que atravesaba las propiedades del Monasterio de Veruela. El señor de Trasmoz pidió ayuda obteniendo una respuesta afirmativa del, por aquel entonces, rey de España, Fernando II. La contestación de la iglesia, sin embargo, devino con la maldición del pueblo y sus habitantes tras solicitar al Papa II la aprobación para llevar a cabo la excomulgación de los vecinos de la zona.
La maldición de Trasmoz
La maldición de los vecinos de esta localidad fue llevada a cabo en el año 1512 por parte de los monjes del Monaterio de Veruela, quienes siguiendo un determinado ritual, excomulgaron a cada uno de los habitantes.

Para ello, se recitó el Salmo 108 de David del Libro de los Salmos. Durante el proceso se tapó la cruz de la capilla con un velo negro y se dejó constancia del entredicho mientras se hacía sonar una campana tras cada verso. Los habitantes pasaron a ser considerados impíos, siendo condenados al infierno; se rogó porque las mujeres quedaran viudas y sus hijos huérfanos; y se pidió para que las propiedades de cada uno de ellos fueran convertidas en ruinas.

Lo más curioso de todo es que esta maldición perdura a día de hoy y afecta a los descendientes de aquellos lugareños, ya que en ningún momento fue retirada la excomulgación. Siendo, además, este municipio el único del territorio español en verse afectado por dicha situación.
Luz de las Ánimas de Trasmoz
Desde el municipio y algunas asociaciones como El Embrujo de Trasmoz se ha trabajado durante varios años para ir recuperando la cultura y tradiciones de este enclave. Celebrando numerosos eventos relacionados con la brujería, tales como la “Feria de la brujería y plantas medicinales” y la “Bruja del año”, vigente desde el año 2000. Sin embargo, la más singular y destacada que cada Halloween, Día de Santos o Día de Difuntos (la fecha suele variar de un año a otro) atrae a cientos de visitantes y amantes del misterio es “La Luz de las Ánimas de Trasmoz”. Una celebración repleta de actos, tanto para adultos como para niños, en la cual se incluyen festejos del tipo pasacalles, decoración de calabazas, preparación del tradicional caldero de alubias, encendido de velas, encendido de la hoguera de las ánimas, recorrido del terror y, por supuesto, la procesión de las ánimas.

Esta última se suele realizar entrada la tarde-noche y su recorrido tiene comienzo en la iglesia del municipio para concluir en el cementerio. Durante el trascurso, se colocan las calabazas para que iluminen el camino y guíen a las ánimas. Así mismo, se reza el rosario y una vez llegados al cementerio se entona el cántico tradicional conocido como “Los gozos para las ánimas benditas”. Quién sabe, quizá con esta celebración se ayude, por fin, a que las almas excomulgadas puedan encontrar la paz eterna. Lo que es cierto es que todavía a día de hoy podemos encontrar pequeños regazos de magia, auspiciada en la cultura y las tradiciones como la adoración al fuego y festejos a seres paganos.