El fuego es uno de los cuatro elementos de la naturaleza. Gracias a su descubrimiento tuvo lugar un cambio en el comportamiento de nuestros antepasados prehistóricos. Este se vio reflejado en la alimentación, aunque también en el estilo de vida. Los humanos ya no estaban limitados a desarrollar las actividades durante las horas diurnas exclusivamente… ahora podían controlar las llamas para alumbrarse y ahuyentar a las fieras. Fue, sin lugar a dudas, uno de los más importantes hallazgos. Desde aquel entonces el fuego se incorporó en nuestras vidas siendo empleado en su uso habitual para la cocina, la calefacción, el trabajo, etc., así como también en otras funciones que —en muchas ocasiones— tenían, y siguen teniendo, una relación con lo místico y las creencias sobrenaturales. La inquisición, por ejemplo, le confirió a este un carácter purificador para deshacerse de las desafortunadas mujeres que fueron señaladas como brujas… El fuego forma parte de todo tipo de rituales y celebraciones extendidos por la inmensidad del planeta. Este es asociado en muchas ocasiones con su función de renovación, reemplazando la energía negativa por la positiva o, simplemente, renovándola de cara al comienzo de un nuevo ciclo.
Este último ejemplo podría describir el origen de las Fallas de Valencia, en España, celebradas hace apenas unos días. Toda una etapa festera acompañada de buen ambiente, música y pólvora con fecha de inicio el 14 de marzo y desenlace el 19 del mismo mes, día de San José, con la monumental Cremà de los monumentos falleros. El origen de las Fallas de Valencia no está totalmente definido. Existen diversas teorías que vinculan esta festividad a los rituales paganos de culto al fuego, así como también a las antiguas tradiciones de los carpinteros del municipio, o incluso a la quema de muñecos con representaciones ingratas —típicas de algunos países europeos—. Según la explicación que sostienen algunos teóricos con respecto a la primera conjetura, las Fallas tendrían su origen gracias a los rituales solares paganos que, poco a poco, fueron asimilados por el cristianismo debido a su popularidad e imposibilidad de ser suprimidos. Estos rituales consisten en la celebración de los equinoccios y solsticios (entradas de las estaciones del año) mediante el encendido de hogueras. En el caso de las Fallas, es posible que las hogueras dedicadas al equinoccio de primavera mutaran en una celebración con connotaciones religiosas en honor a San José. Algunos ejemplos de estas celebraciones son las Hogueras de San Juan, o las festividades de San Antón y San Miguel, entre otras.





La segunda hipótesis resalta el origen de las Fallas en el siglo XVIII, en base a una costumbre típica de los carpinteros valencianos —gremio que contaba, y que cuenta, con gran presencia en la ciudad—. Esta versión de sustenta, también, en los escritos del Marqués de Cruïlles. La misma ubica el origen de las Fallas a raíz de las hogueras que encendían los carpinteros en las vísperas del día de San José, a modo de celebración del día del patrón de este gremio. Estas se realizaban frente a sus talleres, en las calles y en las plazas públicas. En ellas se quemaban los trastos inservibles y diferentes artilugios de madera que habían sido empleados para elevar los candiles durante la época de invierno y mejorar, así, la iluminación. Estas estructuras eran denominadas estai, astai, pagéso parot. Con el tiempo, se añadieron más trastos a la hoguera e, incluso, se vistió con ropas al parot para que adquiriera el aspecto de un ser humano al cual se le quisiera criticar. Esta representación es la que actualmente coincidiría con el ninot, o muñeco, del cual se componen los actuales monumentos falleros y que —por lo general— son caricaturas de personajes públicos, o relevantes.



































La última especulación habla de una vieja tradición europea que consiste en construir un monigote representando a un personaje no grato, colgarlo con cuerdas o en un poste, y posteriormente quemarlo entre el tercer día de Cuaresma y el Sábado de Gloria. Al parecer, era una práctica habitual en la Comunidad Valenciana. Lo cierto es que con el tiempo, las Fallas han ido evolucionando y la festividad ha ido adquiriendo un sentido crítico e irónico reflejando, entre otras, hechos que eran censurables socialmente. No fue hasta el año 1901 cuando el Ayuntamiento de Valencia hizo la primera entrega de premios a los monumentos falleros creando la, tan esperada, unión entre el pueblo y el poder político. Así mismo, en 1921 se creó el I Concurso de Carteles de las Fallas abierto al público con el cual se daría a conocer la festividad. Actualmente las Fallas se componen de numerosos eventos que se desarrollan a lo largo de la Semana Fallera entre los cuales destacan la Cridà, la Exposición del Ninot, la Plantà, la Cabalgata del Reino, la Ofrenda de Flores a la Virgen, la Nit del Foc, y las abundantes mascletas y castillos de fuego que se celebran durante los días en los que tienen lugar las Fallas.
Lo que está claro es que en el ser humano sigue existiendo esa admiración por el fuego. Tal vez, las llamas siguen despertando nuestro instinto primario… aquel que supuso un salto en nuestra evolución o aquel que nos recuerda a las antiguas tradiciones y rituales grabados en nuestro ADN de forma inconsciente. Tal vez, sigamos buscando en el fuego el cobijo y protección que antaño nos confirió mientras rodeábamos la fogata en la fría y estrellada noche y que ahora remplazamos por simples bombillas.
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