¿Te imaginas que existiera un lugar donde sabes que si te adentraras en él tienes muchas posibilidades de no salir con vida? Aun así, ¿te atreverías a seguir adelante? ¿crees que tu motivación te permitiría hacerlo? Existe una zona, considerada como maldita para muchos que ha sido bautizada como la zona de la muerte, y su nombre no es para menos. En Periodismo del Más Allá te explicamos por qué este nombre tan desalentador y qué es lo que encuentran en ellos los que se atreven a adentrarse en este inhóspito lugar del planeta.
¿Qué es la zona de la muerte?

En el mundo existen lugares inhóspitos donde la vida del ser humano es imposible, y un claro ejemplo de ello es la zona de la muerte presente en la cima de los ochomiles, como así se conoce a las montañas más alta del planeta que superan la altura de 8.000 m. Lugares donde respirar es prácticamente imposible y donde el cuerpo humano se consume a sí mismo debido a la cantidad de energía que necesita utilizar por la falta de oxígeno y el esfuerzo que se precisa para poder coronar la montaña. Son lugares donde la muerte acecha en todo momento (de ahí su nombre), lo que hace que un paso en cualquiera de estos puntos se traduzca en un esfuerzo de 15 veces más que en cualquier otro lugar. En la zona de la muerte sufrir una lesión, mal de montaña o el agotamiento supone casi de manera inmediata el fallecimiento. Además, no puedes contar con el amparo del resto de alpinistas, puesto que deben conservar su propia energía para poder sobrevivir. La única solución es recuperarse para poder salir con vida.
La zona de la muerte está en montañas como el Everest, pero también en el Makalu o en el Lhotse. En el primero de los casos, los montañistas o alpinistas pueden alcanzar la cima tras 8 o 12 horas de caminata, gastando entre 12.000 y 15.000 calorías (por supuesto, esto no se logra en un solo día, es necesario varias sesiones de preparación y tanteo del terreno para conseguirlo y para que el Everest, zona de la muerte y desfallecimiento no se conviertan en sinónimos). En la zona de la muerte todos los sistemas del cuerpo humano comienzan a fallar. Es el caso del sistema digestivo, pero también de otras muchas partes del cuerpo, lo que puede dar lugar —por ejemplo— a amputaciones de alguno de los miembros o extremidades. Además, en la zona de la muerte se genera lo que se conoce como el mal de montaña. Por otro lado, el fallo en los organismos hace que la función metabólica sea mayor. La muerte en la montaña se convierte en una realidad tangible, de hecho, en los 14 ochomiles —así como en los momentos previos a la cima de la muerte— pueden encontrarse cuerpos sin vida de multitud de montañistas y alpinistas que fallecieron antes de coronar las montañas y, todavía a día de hoy, permanecen inertes por aquellas gélidas tierras.
¿Cuáles son los 14 ochomiles?
Los 14 ochomiles (montañas) son las 14 cumbres más altas de todo el planeta. Se trata cimas en las cuales es imposible que exista la vida debido a las condiciones extremas, donde no es posible respirar y donde es preciso un gran esfuerzo y gasto calórico para poder alcanzar la meta. Estos son los 14 ochomiles y su altitud:
- Everest: 8.848 metros.
- Makalu: 8.463 metros.
- Cho-Oyu: 8.201 metros.
- Lhotse: 8.516 metros.
- Gasherbrum II: 8.035 metros.
- Gasherbrum I: 8.068 metros.
- K2: 8.611 metros.
- Nanga Parbat: 8.125 metros.
- Brood Peak: 8.047 metros.
- Dhaulagiri: 8.167 metros.
- Manaslu: 8.156 metros.
- Kanchenjunga: 8.586 metros.
- Annapurna: 8.091 metros.
- Shisha Pangma: 8.027 metros.
Everest: zona de la muerte

El Everest (zona de la muerte) es la montaña donde los muertos en ochomiles son mayores. Desde la primera ascensión el 29 de mayo de 1953 hasta la fecha se ha registrado un total de 291 muertes (datos hasta el 2021). Sin lugar a dudas, se trata de una gran tragedia para los familiares que —por supuesto— no pueden recuperar los cuerpos, puesto que las condiciones para hacerlo son prácticamente imposibles (dependiendo del tramo en el que se encuentren). Pero lo más insólito de todo es que muchos de los muertos en ochomiles sirven de punto de referencia a los alpinistas que se adentran en esta temeraria y exigente aventura para saber en qué tramo se encuentran y cuál es el camino que deben seguir para conquistar la cima.
La zona de la muerte (Everest) es el último tramo de esta impresionante montaña de 8.848 metros (la más alta del planeta). Por supuesto, para poder lograr la ascensión es necesario contar con preparación y con una gran cantidad de recursos y tiempo, como suministros, entrenamiento e, incluso, el apoyo de guías sherpas que son nativos de la zona y personas muy adaptadas a esta montaña —además de ser considerados los alpinistas de más alto nivel en el Everest—. Al hablar del Everest, zona del muerte y cima, nos encontramos con la última parte de la montaña, concretamente con los últimos 1.200 metros de ascenso. El ascenso al Everest se divide en las siguientes etapas: campamento base, base 1, base 2, base 3, base 4 y cima. La cima de la muerte es la última de ellas y en ella cada paso requiere tres respiraciones que agotan a cualquiera y la energía se consume únicamente con el propio peso corporal —es decir, el cuerpo se consume a sí mismo—.
Las condiciones en este lugar tan inhóspito del planeta pueden generar temperaturas de -60º y vientos huracanados de hasta 285 km/h. Para poder llegar a la cúspide es necesario subir rápido, pero al ritmo de cada uno y descender de la misma manera. Es por este motivo que agotarse o lesionarse supone directamente la muerte.El rescate de los sherpas (como mínimo de 6) en este punto tan avanzado de la montaña requiere de un plazo de 5 días para poder llegar; por otro lado, los helicópteros no pueden subir más allá de la base 2 porque existe un gran riesgo de que se caigan. Además, el coste de rescate de cadáveres para una repatriación es de 25 mil euros. Llegar a la cima de la muerte es encontrarse con ella cara a cara debido a los cientos de cadáveres que hay en el recorrido. Es echarle un pulso y ganar, llegando así hasta donde solo unos pocos han sido capaces. Ahora bien, como dijo el alpinista Lionel Terray y coinciden muchos para “conquistar lo inútil”.