La publicación que hoy nos concierne se centra en el precioso país del tango. Aprovechando mi estadía temporal en Argentina os presento un enclave, al cual ya se ha hecho referencias en alguna ocasión en esta web, que destaca por su cantidad de historias y su vínculo con lo místico y sobrenatural. Un lugar de descanso y paz, pero también de historias de terror y misterio: El Cementerio de la Chacarita.
Localización
El Cementerio de la Chacarita se ubica en Buenos Aires capital, en el barrio con el mismo nombre. Su localización exacta es en Guzmán 680. Una de las principales vías de acceso es mediante la línea D del metro (o subte) en dirección al Congreso de Tucumán. Exactamente, en la penúltima parada con el nombre de Juramento.
Historia
Su historia ya es fúnebre en sí misma… El Cementerio de la Chacarita nació a raíz de una epidemia de fiebre amarilla que azotó Buenos Aires a comienzos de 1871. Según explican algunos historiadores, la razón por la que la enfermedad se extendió por la provincia pudo haber tenido lugar a causa de los numerosos inmigrantes que llegaban al país por aquel entonces. A partir de aquello, surgió la necesidad de ampliar la capacidad de los restantes cementerios, saturados por una anterior epidemia de Cólera. Se destinaron, pues, cinco hectáreas en lo que hoy en día es el Parque de los Andes y en aquella época el conocido como “Cementerio Viejo”. Este se inauguró el 14 de abril de 1871. Cabe mencionar que otros camposantos como el de la Recoleta prohibieron la inhumación de los restos de las personas fallecidas por la epidemia…
Según reflejan los datos, el primer difunto enterrado en este recién inaugurado camposanto fue el albañil, Manuel Rodríguez. La epidemia se cobró la vida de miles de personas… la crónica negra de aquella época relata que llegaron a incinerarse hasta 564 personas en un mismo día, incluso que fallecieron varios de los empleados, contagiados por la enfermedad. La primera locomotora argentina conocida como La Porteña se vio, así mismo, afectada en sus recorridos habituales, realizando la labor de “Tranvía Fúnebre”. Ésta transportó cientos de ataúdes hasta la recién construida “Estación Fúnebre” para posteriormente ser trasladados hasta el cementerio. A causa de las escasas condiciones de higiene y la falta de salubridad, los olores comenzaron a hacerse insoportables. Los vecinos del barrio denunciaron aquella situación, hecho que provocó que el cementerio fuera clausurado en 1875. Sin embargo, su funcionamiento estuvo vigente hasta el 9 de diciembre de 1886 cuando, finalmente, concluyeron las obras del Cementerio General, conocido entre la gente como “Chacarita la Nueva”.
Fue a comienzos de 1887, tan solo un mes después, cuando se realizaron las inhumaciones del “Cementerio Viejo” al osario general del nuevo terreno. Éste se encontraba situado a escasos metros del anterior que con el tiempo fue remodelado como el ya citado Parque de los Andes. No fue hasta casi pasados los diez años cuando, por Ordenanza del 30 de diciembre 1896, el Cementerio General pasó a llamarse Cementerio del Oeste. Su nombre se definió en función de la ubicación geográfica, alejada del núcleo urbano de la capital. No obstante, la falta de aceptación popular hizo que el 5 de marzo de 1949 el camposanto fuera finalmente bautizado como Cementerio de la Chacarita, tal cual se conoce a día de hoy.
Origen del nombre
La razón principal por la que la gente identificaba este cementerio como “Chacarita la Nueva” o Cementerio de la Chacarita —y continúa haciéndolo a día de hoy— se debe al nombre del barrio. Este representa el diminutivo de Chácara o Chacra, que en lengua quechua significa granja, quinta o fundo. El nombre del barrio surgió por la Chacra del Colegio que la Compañía de Jesús tenía a las afueras de la ciudad a mediados del siglo XVIII. Ésta era conocida como “la chacarita” o “chacrita de los colegiales”.
Actualidad
En la actualidad el cementerio se encuentra abierto al público durante los 365 días del año de 7:30 a 17:00h. Además, se realizan visitas guiadas y gratuitas el segundo y cuarto sábado de cada mes a las 10h. La visita comienza en el Peristilo y recorre las lápidas de Alfonsina Storni, Quinquela Martín, Luis Sandrini, Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Carlos Di Sarli, Francisco y Julio De Caro, Agustín Magaldi, “El Polaco” Goyeneche, Ariel Ramírez, Carlos Gardel, y Jorge Newbery.
Investigación
Según comentan este cementerio de trata de uno de los camposantos más grandes del mundo, siendo a su vez el de mayor tamaño de Buenos Aires. Su superficie abarca un total de noventa y cinco hectáreas en la cual podemos encontrar aproximadamente 10.400 bóvedas. Esta ciudad de los muertos, como se le ha definido en numerosas ocasiones, cuenta, además, con dieciséis entradas que dan paso a un laberinto de sepulcros, nichos, bóvedas, y panteones. La entrada principal, la más emblemática, destaca por un peristilo color rosado de estilo románico, constituido por una serie de columnas separadas regularmente. Su acceso divide la línea entre la vida y la muerte. El arquitecto, Antonio Buschiazzo, diseñó este acceso que, además, cuenta con una capilla situada en uno de sus laterales, en contraposición con la sala de dependencias administrativas.
Una vez nos adentramos en el camposanto distinguimos varios sectores, el más destacado es el de los panteones. Sin lugar a dudas, estos majestuosos edificios pueden ser catalogados como obras de arte que han permanecido inertes en el tiempo… construcciones que encierran las historias de sus antepasados. Entre ellos destaca el Panteón de la Policía Federal, más actual que el resto; al igual que el Panteón de Actores Argentinos; el Panteón Sociedad Salesiana, obra de Don Bosco; el Panteón del Hospital Español; el Panteón Asociación Española de Socorros Mutuos, diseñado por Alejandro Christophersen en 1896 —y muy semejante al templete ubicado en el patio mayor de El Escorial, según la descripción del historiador argentino, Hernán Vizarri, en un artículo escrito por Miguel Jurado—; El Panteón del Ejército y Armada; o el Panteón del Centro Gallego.
Este último merece ser analizado con mayor profundidad debido a la magnitud de su obra. Según comenta Vizarri, el edificio fue construido en 1929 inspirándose en la Colegiata de Santa María del Sar de Santiago de Compostela. En las gárgolas situadas casi en lo más alto de la construcción pueden observarse los diferentes escudos de las provincias gallegas. Por último, según añade el historiador, en su interior aguardan cuatro cofres con tierras pertenecientes a Pontevedra, La Coruña, Lugo y Orense como reflejo del patrimonio cultural.
Si nos seguimos perdiendo entre las distintas calles y callejones, al igual que por las diagonales o plazas del cementerio, apreciamos como el término “Ciudad de los muertos” hace honor al camposanto. Las Arboledas, los pastos, las calles transitadas por ciudadanos y por vehículos, las callejuelas rodeadas de tumbas con diferentes estilos francés, gótico o románico distinguen este inconfundible lugar donde muchos han encontrado la paz eterna. Otro de los sectores que encontramos en el Cementerio de la Chacarita es el de los sepulcros y el de las bóvedas con restos de difuntos pertenecientes a diferentes épocas desde la fecha de construcción del cementerio hasta la actualidad. Una de las cosas que más me llamó la atención es que los féretros del interior de las bóvedas se hallan situados en el subsuelo, a casi cinco metros de profundidad. Por último, y no menos importante, podemos distinguir el sector de los nichos, más semejante a cualquiera de los cementerios actuales. Aunque encontramos una distinción de secciones destinadas a los argentinos, y otra para los extranjeros británicos y germanos, construida cuando la inmigración tuvo su momento más álgido en Argentina. También podemos distinguir una serie de galerías subterráneas repletas de nichos con la misma función.
Es importante destacar que el Cementerio de la Chacarita es un emplazamiento en el que aguardan los restos de personalidades tan conocidas como Gilda (1961-1996), Gustavo Cerati (1959-2014), Jorge Newbery (1875-1914), o incluso el rey del tango, Carlos Gardel (1890-1935). La tumba del polifacético artista es, sin duda, la más frecuentada. A ella se le han atribuido todo tipo cualidades místicas, así como sanatorias. Entre los propios argentinos surgió antaño la costumbre de rendirle homenaje y cantarle a los pies de la lápida recogida bajo la expresión de “andá a cantarle a Gardel”. Los extranjeros pusieron de moda ofrecerle un cigarrillo, así como un clavel, como símbolo identificativo del artista.
Misterio
Como explicaba al principio del post el Cementerio de la Chacarita es un enclave proclive a la aparición de historias y leyendas urbanas vinculadas al mundo del misterio. Una de las leyendas más conocidas es la de ‘El taxista de la Chacarita’, presente en el post Leyendas urbanas de Argentina (parte 1).
Es curioso como en este lugar surgen tantas historias relacionadas con los taxistas. En varias ocasiones se ha hablado de que algunos de estos conductores se han topado de frente con el misterio al observar una fantasmal dama vestida de blanco. Según recogen varios testimonios la mujer, con un rostro apagado y piel pálida, sube al vehículo para desplazarse de un cementerio a otro. Cuando llega al destino, ésta desaparece ante la mirada atónita del taxista. También se habla de casos similares, pero en el recorrido de autobús (o colectivo). Otra de las leyendas que rodean este lugar se ubica en la calle Jorge Newbery, cerca de los muros del cementerio. Allí, en uno de los árboles de la zona los testigos de lo insólito afirman haber presenciado la figura de un hombre ahorcado. Según comentan aquellos que declaran haberlo visto, su cuerpo es semitransparente aunque ello no impide distinguir como éste se encuentra en unas condiciones de putrefacción. Este fenómeno ha sido descrito como el espíritu de un hombre consumido por la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires a principios de 1871. Otros relatos comentan que se trata del alma de un hombre que, afectado por la pérdida de su padre, decidió suicidarse. La construcción de los túneles del metro causó también la aparición de numerosas leyendas… Durante las obras del Parque de los Andes fueron hallados muchos de los restos de los cuerpos allí inhumados cuando era el “Antiguo Cementerio”. Este amplio jardín ha sido testigo de apariciones y alma en pena que vagan eternamente entre este mundo y el mundo espiritual.
Destaca, por último, la leyenda de ‘La mano de Perón’. El expresidente de la república argentina, Juan Perón, fallecido el 1 de julio de 1974, fue enterrado en el Cementerio de la Chacarita. Pasados trece años desde que su cuerpo fuera embalsamado e inhumado en la tumba familiar, el Partido Justicialista recibió una carta anónima en la que se indicaba que la tumba había sido profanada… El mensaje indicaba que sus manos, gorra militar, y espada habían sido robadas, pidiendo un rescate de ocho millones de dólares. La leyenda surge en el momento en el que las autoridades verificaron aquello. Al lugar acudieron muchos periodistas que documentaron lo ocurrido. En la red circula un video que refleja el momento en el que un periodista, con la cámara fijada en el suelo, es filmado mientras las autoridades realizan la exhumación del cuerpo. Justo en ese momento, la persona que sostiene la grabadora balancea la mano hacia uno de los costados dejando entrever por unos segundos el reflejo de la silueta de una mujer que flota en el aire. Los rasgos de su cara muestras signos de amenaza, como si quisiera indicar la inconformidad con aquello.
Lo cierto es que se desconoce la veracidad de la filmación. Lo que si se sabe es que el cuerpo fue profanado y tal como indicaba la carta, las manos del general Perón fueron cortadas. También desaparecieron varios objetos como un poema con el que había sido enterrado, dedicado a su mujer Isabel. El gobierno por su parte se negó a pagar aquel chantaje y durante muchos años fueron investigadas y procesadas varias personas, aunque nunca se encontraron las manos. Según cuenta la leyenda negra muchos de los investigadores fueron asesinados. En la actualidad, los restos de Perón ya no se encuentran en el Cementerio de la Chacarita. En el año 2006, tras pasar treinta y dos años desde su enterramiento —y a pesar de la polémica que suscitó el hurto—, el cuerpo fue trasladado a un mausoleo construido en la quinta 17 de Octubre de la localidad bonaerense de San Vicente.