En esta ocasión voy a hablar sobre un país por el que siento gran atracción: Un lugar donde la pasión del tango encandila sus céntricas calles, donde el mate amargo sabe dulce si se comparte, donde la radio se escucha, pero también se siente. Argentina, un país que destaca por su gente, y por sus historias. Historias que, en esta ocasión, lucen por su halo de misterio.
El Taxista de la Chacarita
La Chacarita es un barrio que se encuentra en la capital de la república Argentina. Este enclave bonaerense cuenta posiblemente con uno de los cementerios más grandes de toda Sudamérica, el cementerio de la Chacarita (en él, entre otros, descansan los restos de Carlos Gardel).
Según cuentan, todo ocurrió mientras una mujer, apesadumbrada por la reciente pérdida de su madre, salía del cementerio. La señora decidió tomar unos de los habituales taxis que rondan el camposanto, sin caer en la cuenta de que el vehículo elegido era diferente a los demás. En su cabeza solo rondaban los vivos recuerdos de su progenitora, así que le indicó al conductor el lugar al cual quería dirigirse y, sin dudarlo, subió a él. Al cabo de un rato, la mujer comenzó a sentir una inmensa sensación de frío como nunca antes la había sentido, por ello se dispuso a cerrar las ventanas. La sorpresa vino cuando se dio cuenta de que estas ya estaban arriba del todo así que, extrañada, trató de comunicarse inútilmente con el taxista. Al ver que este no le respondía buscó la forma de establecer contacto visual con él, pero el retrovisor estaba enfocado hacia otro lado. Como no respondía a sus plegarias pasó a tocar el hombro del silencioso extraño sin llegar a alcanzarlo, pues horrorizada se sorprendió al ver que sus manos habían cambiado de forma y se habían vuelto extremadamente flacas, con la piel casi pegada a los huesos. Con el corazón a punto de salirse del pecho buscó su cara en el reflejo del retrovisor y comprobó lo que ya daba por hecho. Su penoso rostro desdibujaba todo signo de vida, la piel, seca y putrefacta, se hundía entre los esqueléticos pómulos. El pánico no la dejaba respirar. Fue justo en ese momento cuando el vehículo se detuvo, sorprendiendo a la viajera cadáver al detenerse en la misma parada donde apenas unos minutos atrás había tomado aquel taxi de la muerte. Desde lo más profundo de aquel cementerio escuchó unas voces, las mismas le atrajeron hasta su nuevo hogar…
Como he podido comprobar a lo largo de los años, toda leyenda urbana suele tener algo de real en lo que se describe. Al parecer, y según registra el ya extinguido diario Todo Real, en 1978 el vecino porteño Rodolfo Barrientos, quien se encontraba en el cementerio de la Chacarita en ese momento, observó sobre una de las lápidas lo que parecía ser la silueta de una mujer. Al acercarse y visualizarla con mayor detalle comprobó que estaba en lo cierto… Se trataba del cadáver de doña Felipa N. Hosperatto, de 39 años. La mujer, soltera y con dos hijos, había fallecido según los médicos por un paro cardiorrespiratorio, habitual en pacientes diagnosticados con depresiones profundas. La víctima yacía extendida sobre la lápida de su madre, Inés P., Tossi de Hosperatto.
El Fantasma del Subte
Esta leyenda es bastante curiosa, y al igual que ocurre con la anterior, su historia se fundamenta en datos reales. Se dice que en la ciudad de Buenos Aires, en la línea A del subte (metro), existe una estación fantasma. Según cuentan, la misma solo se puede ver durante unos segundos, justamente en un punto concreto del recorrido en el que se apagan las luces de los vagones sin que haya una aparente explicación razonable. Esta estación fantasma se ubica en el recorrido que va entre las estaciones de Pasco (Norte) y Alberti (Sur). Además, algunas personas afirman que en ella habita el espíritu de dos obreros italianos fallecidos tras un desprendimiento ocasionado años atrás.
Según la información contrastada en internet, la estación fantasma existe y son dos. También es real que se produce el casi inapreciable parpadeo que deja en penumbras los vagones durante uno o dos segundos. La línea A fue inaugurada el 1 de diciembre de 1913 por el entonces presidente, Roque Sáenz Peña. La misma contaba con un recorrido inicial desde Plaza de Mayo hasta Plaza Miserere, más tarde fue ampliado hasta Primera Junta. En ese recorrido se encontraban, y se siguen encontrando, las estaciones de Pasco (Norte) y Alberti (Sur). Ambas se localizan en el tramo intermedio que va desde el Congreso hasta la Plaza Miserere. Existe una particularidad, y es que como toda estación estas deberían tener una parada opuesta por la cual acceder para tomar el metro en la dirección contraria, pero no es así… Son semiestaciones. Lo que ocurrió fue que en 1953, debido a las reivindicaciones peronistas, se quemaron varios edificios como el Jockey Club, ubicado muy próximo a la estación de Pasco Sur (opuesta a la del Pasco norte) y la estación de Alberti Norte (inutilizada en el momento). A causa de estos incidentes se cerraron estas dos estaciones quedando, solamente, las semiestaciones de Pasco Norte – Alberti Sur desde las cuales se puede apreciar las mencionadas estaciones fantasma…
El Ucumar
El Ucumar (también llamado ucumare o ukumar), podría comparase perfectamente con la popular leyenda de El Yeti de las Nieves, aunque con algunas diferencias.
La leyenda de El Ucumar nace en el monte saltero, exactamente en Jujuy, una provincia argentina situada en el Norte Grande Argentino. Este ser es semejante a un oso con rasgos humanos: de largos brazos, peludo y boca ancha. La leyenda popular cuenta que hace muchos años atrás una mujer concibió a una criatura de género femenino y aspecto terrorífico. Nada más nacer, el ser fue rechazado por su progenitor, quien intentó deshacerse de él. No obstante, su madre le brindó la seguridad necesaria y cuidó del engendro prestándole, incluso, más atención que a sus otros cinco hijos. Conforme pasó el tiempo la mujer fue apartada de la sociedad hasta que, finalmente, falleció mientras abrazaba a aquella criatura. Nadie fue capaz de echarla de casa tras la muerte de su madre. Dicen que hubo un hombre que cuidó de ella alimentándola de carne roja hasta que se ganó su confianza. Pero un día, aprovechando que no había nadie en la aldea debido a una celebración en la que se pedía lluvia a los dioses, el hombre fue a visitarla y la violó. A partir de ese momento su actitud se tornó violenta y acabó por aislarse en una cueva en lo más alto de la montaña. Solo descendió una vez más hasta la aldea… Fue durante una gélida noche mientras todos dormían. La ucumar raptó al hombre que abusó de ella, y se lo llevó hasta su morada. Después le obligó a darle descendencia. Llegado el momento del parto, el varón trató inútilmente de escapar, siendo lo último que hizo ya que la criatura se abalanzó sobre él arrancándole la vida. La ucumar falleció durante el parto, pero el recién nacido gritó con tanta fuerza y agonía que hasta los dioses pudieron oír su dolor. Afligidos por semejante sufrimiento le consolaron con la vida eterna… La leyenda puede variar… Está versión es la más completa que circula por la red pero existen otras muchas en las que se comenta que la ucumara era la que buscaba a sus presas (varones) para violarlos y poder tener descendencia con ellos, devorándolos como acto final.
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